Por la vida y la memoria de un pueblo que ha resistido desde los días del látigo hasta las noches del olvido institucional
Mayo, Mes de la Afrocolombianidad
Se habla del 21 de mayo, y se conmemora con discursos floridos y banderas ondeando al viento de los parques oficiales la abolición de la esclavitud en Colombia, decretada en 1851. Pero ¿qué libertad se celebra si aún nos persigue el despojo, si nuestros territorios siguen siendo saqueados, si la muerte se pasea impune por nuestras comunidades y la indiferencia institucional es tan pesada como las cadenas que alguna vez nos marcaron la piel?
Han pasado más de 170 años desde ese decreto de papel, pero los actos reales de reparación aún se hacen esperar. No se trata de conciertos simbólicos ni de semanas culturales donde se pinta de palenque la miseria. Lo que exigimos es justicia histórica. No más paños de agua tibia. No más promesas con pies de barro. Las instituciones públicas, que juraron servir al pueblo, deben entender que su deuda con la Población Negra de Colombia no es solo económica, es moral, política y espiritual. No fuimos ni somos patio trasero de la nación.
Nuestros territorios no son minas abiertas para enriquecer a unos pocos. La madera de nuestros bosques, los minerales de nuestras montañas y hasta la fuerza de nuestros ríos, han sido explotados sin que sus verdaderos dueños reciban más que contaminación, pobreza y desplazamiento. A nuestros sabedores se les calla, a nuestros jóvenes se les margina, a nuestras mujeres se les doblega.
Y aún así, seguimos poniendo el cuerpo y la inteligencia. Construimos este país con nuestra sangre, con nuestras manos, con nuestras ideas. Desde las minas coloniales hasta las universidades del siglo XXI, desde los machetes del campo hasta las plumas de los escritores y los pinceles de nuestros artistas.
Ya es hora de que el Estado colombiano cumpla lo que escribió en la Constitución Política de 1991, donde nos reconoce como parte de la nación con derechos, no como convidados de piedra. Esa misma Carta Magna que nos abrió las puertas a una ciudadanía plena y prometió una democracia plural. Y no se quedó solo en palabras: también nos otorgó herramientas como la Ley 70 de 1993, conquistada por la lucha de nuestras comunidades organizadas, una ley que reconoce el derecho colectivo a la tierra, a la cultura, a la autonomía.
Pero ¿de qué sirven los derechos si no se garantizan? ¿De qué sirve la Ley 70 si se deja morir sin reglamentación plena, si sus principios son pisoteados por megaproyectos, minería ilegal y políticas de Estado que no nos ven ni nos escuchan?
Llamamos también a las entidades privadas, esas mismas que presumen de responsabilidad social empresarial. No basta con tomarse fotos en eventos culturales y financiar festivales, tener a nuestros hombres y mujeres negr@s como la del servicio y el obrero más allá de reconocer que son buenos en eso, y negarles las oportunidades de estar en puestos de toma decisión, donde han demostrado que están preparados, si sus prácticas en los territorios siguen reproduciendo exclusión, racismo estructural y acumulación sin redistribución.
Y a los medios de comunicación, tradicionales y alternativos: ¿dónde están sus especiales este mes? ¿Dónde está el cubrimiento serio, reparador, sobre nuestras luchas y aportes? No se puede hablar de libertad de expresión cuando se ignora a toda una parte del país que ha sido silenciada por siglos.
Exigimos también que se fortalezca e implemente de manera real y vinculante la Cátedra de Estudios Afrocolombianos en todos los niveles educativos, empezando por la escuela. No es un lujo académico, es una herramienta de transformación social. Solo educando con verdad se desarma el racismo, se desmontan los mitos del mestizaje homogéneo, y se construye una Colombia donde ser negro no sea sinónimo de marginalidad, sino de orgullo, historia y posibilidad. No queremos inclusión simbólica.
Queremos inversión social real, oportunidades dignas, territorios respetados, vidas protegidas, y un país donde no tengamos que recordar cada año que también somos Colombia.
El 21 de mayo no es una fecha muerta: Es un grito que renace cada año.
Y este año, como todos, lo repetimos con fuerza:
¡La libertad no se celebra, se defiende!
¡La dignidad no se suplica, se exige!
¡Colombia será negra o no será!
Escrito por: Henry Boris Palacios Palacios
Comunicador Social Periodista
Magíster en Comunicación y Educación Audiovisual